A propósito del contundente triunfo gobiernista en las elecciones argentinas y del viaje presidencial peruano a Buenos Aires: contaba un viejo chiste que estaba Perón mostrándole las diversas manifestaciones electorales a un visitante. “Estos que están a mi izquierda”, dice el general, “son todos izquierdistas; los que están a mi derecha son derechistas y los que están aquí al frente son de centro”. “¿Cómo?”, responde el visitante, “¿y no hay peronistas?”. “Ah, no”, replica el general, “peronistas son todos”. Durante el breve interregno presidencial de Cámpora tuve la exclusividad de entrevistar al general en el hotel de su rápido paso por Lima, el Crillón. Viajaba acompañado del “Brujo” José López Rega y del entonces joven montonero Horacio Verbisty. Cuando le entregué al general las cartas que me habían encargado darle los exiliados argentinos en Lima, sólo comentó “pobrecitos, ¿no?, pobrecitos”. Tengo una tercera anécdota. El joven diplomático argentino Jorge Vásquez, que servía en Chile a comienzos de su carrera, decide, con su peculio y en sus vacaciones, viajar a Madrid para conocer a su líder, el exiliado general Perón. El general lo recibe en su casa de Puerta de Hierro, simpatiza con él, lo trata todo el tiempo de “mi joven embajador” y al final la da unas cartas para Rodolfo Galimberti, a quien tampoco Vásquez conocía. A partir de ese momento, sin embargo, Vásquez pasó a ser considerado el mensajero de Perón; tiempo después volvió a Lima como vicecanciller para una conferencia de Reforma de la OEA (la que presidió Carlos García Bedoya), y su última tarea diplomática fue, curiosamente, la de embajador en el Perú, ya en tiempos de Alejandro Toledo. De cara a las últimas elecciones argentinas, vuelve una pregunta que ya tiene más de medio siglo: ¿qué es el peronismo? Sea lo que fuere, el peronismo aparece como un movimiento de larga duración y muy numerosas tendencias y fracturaciones, que florece sólo en terrenos particulares, como el de un Cárdenas en México o un Vargas en el Brasil. Frente a fenómenos políticos idiosincráticos como éstos, se entiende cuán arduo resulta hacer política comparativa entre los países de América Latina. Que el rotundo triunfo de Macri coincida puntualmente con el rompecabezas brasileño, el maremágnum chileno, el deterioro mejicano y la vergüenza venezolana nos indica que seguimos siendo una comarca sin muchos puntos para la convergencia y comunidad.